
Libro para aprender matemáticas: lo que me habría salvado de odiarlas
De niña, jamás entendí por qué a la gente le gustaban las matemáticas. A mí me parecían frías, aburridas, lejanas. Recuerdo con claridad mi primer libro de primaria: uno de esos típicos de los años 80, con una portada que mostraba —creo— un camello, o quizá era un dromedario. Da igual. Lo que no se me olvida son las páginas: llenas de sumas, una tras otra. No había dibujos, ni frutas, ni nada que pudiera conectar con mi mundo. Solo números, filas de ejercicios, y ninguna explicación que tuviera sentido para una niña de seis años.
Y así crecí pensando que las matemáticas simplemente no eran lo mío.
Lo curioso es que no era un problema de capacidad, sino de cómo me las enseñaron. Años más tarde, ya como adulta, me di cuenta de que ese rechazo no era raro. Hablando con amigos, muchos compartían una experiencia similar: números sin contexto, repetición sin comprensión, y cero emoción.
Descubrí el método Singapur y todo cobró sentido
Fue entonces cuando me crucé con el famoso método Singapur. Y no exagero cuando digo que me hizo replantearme todo. A principios de los años 80, el Ministerio de Educación de Singapur decidió replantear su sistema porque sus resultados internacionales eran mediocres. El cambio vino con una apuesta clara: enseñar matemáticas desde la comprensión profunda y el razonamiento. Nada de memorizar fórmulas de forma mecánica.
Este método se basa en el enfoque CPA: concreto, pictórico y abstracto. Primero, los niños tocan, manipulan, entienden con objetos reales. Luego lo traducen en imágenes. Y solo entonces pasan a los números. Este orden tiene lógica. Es como funciona el cerebro. Así que decidí aplicar todo eso en un proyecto que tenía tiempo rondando mi cabeza: un cuaderno de matemáticas para niños que no odiaran los números como yo.
Lo creamos junto con profesores de primaria. Diseñado con la lógica del método Singapur pero adaptado a nuestra realidad. Nada de ejercicios vacíos ni páginas enteras de operaciones sin alma. Nuestro objetivo era muy sencillo: que los niños entendieran, no que repitieran. Que aprendieran jugando, razonando y preguntando.



¿Y por qué no hay más libros así?
Una de las razones por las que terminamos creándolo nosotros es porque no encontramos casi nada parecido en el mercado. Si buscas ahora “libro para aprender matemáticas”, verás listas genéricas: algunos libros escolares, otros para adultos, alguno que otro juego. Pero muy pocos que realmente trabajen las matemáticas desde la lógica, la visualización y la comprensión. Y mucho menos pensados para el primer contacto que tiene un niño con los números.
Claro que hay cuadernos bonitos. Hay propuestas interesantes. Pero muchas veces vuelven al error de siempre: repetir, repetir y repetir. Nuestro cuaderno requiere que los padres lean las consignas, sí. Pero a cambio, los niños no ven los números como enemigos. No es que vayan a salir de ahí dominando ecuaciones, no. Es otra cosa: aprenden a no tener miedo a los números.
Si yo hubiera empezado así…
Estoy convencida de que si aquel libro del camello hubiera sido distinto, mi relación con las matemáticas habría cambiado desde el inicio. No necesitaba que me resolvieran la vida, solo que me invitaran a descubrir que los números tienen lógica, que pueden ser juegos, que ayudan a pensar. Nuestro cuaderno no promete fórmulas mágicas, pero sí abre una puerta que muchos libros han cerrado durante generaciones.
Y eso, créeme, marca una gran diferencia.
👉 Pide tu ejemplar y haz que su primer contacto con los números sea algo que quieran repetir, no olvidar.
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